Los niños de Dorfli están celosos de la preferencia de Pedro por Heidi. Onji desciende de las montañas para vender los utensilios de madera que fabrica y el queso que fabrica para conseguir comestibles y todo lo que necesita a cambio. Convencido de que el panadero de Dorfli ha tratado de engañarlo, Onji deja enojado y se dirige a un pueblo más, donde obtiene un buen negocio. A su regreso, encuentra a Heidi en casa, entusiasmada con todas las cosas que ha aprendido durante el día: ahora puede llorar y silbar como un buen cabrero. Onji la observa con orgullo y la trata con un delicioso dulce que ha comprado para ella.